Carolina Herrera en Vogue
- Mariana Pérez
- 24 ene 2018
- 8 Min. de lectura
Carolina Herrera siempre ha sido una de esas mujeres que vez y admiras por tanto glamour y constancia en su carrera, por tener ese gusto exquisito en todo lo que hace y por tener mas de 30 años haciendolo bien.

Es una Venezolana que desde niña he admirado y aunque para ella esto debe ser una de muchas veces que sale en este medio, para mí será siempre algo que me llene de orgullo, esta mañana como muchas otras me llega el boletín de Vogue y no pude evitar promocionar su entrevista les dejo aquí el link dandole click a su foto, para que lo disfruten y se inspiren como yo.
Articulo de Vogue:
En el estudio de Carolina Herrera
"Un diseñador tiene que tener una línea creativa y un estilo propio. Es muy fácil hacer una colección en la que quepa todo. Pero pensar en una línea y no salirte nunca de ella… Eso es lo difícil"

Cecilia Casero — @Cecilia_Casero — Cuando subes a la planta 17 del edificio del midtown en el que se encuentran las oficinas y el taller de Carolina Herrera, lo primero que notas es el silencio. Un oxímoron de manual: un atronador silencio. Tanto que necesitas un momento para comodarte a la nueva situación acústica teniendo en cuenta que apenas un minuto antes estabas en pleno corazón de la ciudad más ruidosa, loca y estrepitosa del mundo. Cuando aún te encuentras haciendo esa transición y asumiendo esta nueva circunstancia auditiva ves la silueta de la diseñadora al final del ancho pasillo enmoquetado y, de repente, todo encaja. La elegancia que practica activamente Herrera, tanto en su vida personal como en su firma de moda, es silenciosa. Infinitamente silenciosa. De ahí que el no sonido de su oficina no pueda confundirse con las cosas que no están vivas, sino más bien se debe a la seguridad que exhiben las cosas que saben que no morirán nunca.
Esa sensación de estar en medio del silencio más explícito del mundo, se intensifica cuando entras en su despacho. Una habitación no demasiado grande pero llena de luz, de fotografías personales, de libros y de obras de arte de algunos de los pintores y fotógrafos más increíbles del mundo –como Robert Mapplethorpe, por ejemplo– que, aunque pertenecían a escuelas muy distintas, coincidieron al poner su mirada en un mismo objeto de deseo: Carolina Herrera. Seré sincera: entrevistarla con su doppelgänger de Warhol vigilándote la espalda, es una sensación extraña.
La estructura de su estudio revela parte del secreto de su éxito: el espacio en el que trabaja su equipo creativo, justo enfrente de su propio despacho; las oficinas centrales, al otro lado del pasillo y el taller, justo en la planta de abajo. Todas las áreas están interconectadas como lo que son: las piezas de un engranaje riguroso y preciso; los órganos fundamentales de un ser vivo. "Desde que empecé, hace 36 años, siempre he tenido el atelier en la casa, para mí es algo importantísimo porque es más fácil trabajar con tus manos y hacer directamente con ellos los cambios que sean necesarios en lugar de tener los talleres fuera y esperar a que te lleguen las prendas a última hora y que después no te gusten. Aquí tengo la oportunidad de desarrollar toda la parte creativa". Una cercanía –física y mental– que también une a la diseñadora con su equipo de diseño. "Trabajo directamente con ellos a diario y todos han acabado teniendo mis ojos. Muchas veces les digo ‘enseñadme todo, no importa si creéis que no me va a gustar, lo cambiamos y punto’. Es un trabajo en equipo y es importantísimo porque hay opiniones distintas y yo soy muy democrática. Yo dejo que la imaginación, la inspiración y la creatividad de todos ellos fluya. Es pura comunicación".
La diseñadora me acompaña a la zona en la que el equipo está empezando a trabajar en la colección de otoño-invierno 2018/19. Acaban de terminar con prefall 2018 –de hecho, al día siguiente de esta entrevista será la presentación global– y, aunque en el showroom esperan pacientemente todos los looks para la presentación a prensa, y los figurines y las muestras de tejido aún pululan por la sala de reuniones, ellos ya están con la cabeza en lo que vendrá (no tan) después. "La colección prefall 2018 está totalmente inspirada en la pintura flamenca, con todas esas flores mezcladas –que son una belleza– y que resultan tan románticas y etéreas. Eso es lo que yo quería para esta colección. Mezclé todos los colores y las siluetas son todas muy suaves, muy femeninas, muy fluidas, se mueven… Y creo que eso es importante", cuenta la diseñadora.

Pero para entender cómo hemos llegado a este ático neoyorquino cargado de silencio hay que empezar por el principio de todo. Y el principio es una casa familiar en un lugar indeterminado de Venezuela en los años 40 y 50. "Mis hermanos y yo tuvimos una suerte enorme porque crecimos en una casa en la que todas las mujeres se vestían muy bien, compraban la ropa en París y creo que el ojo se acostumbra a las cosas bonitas, estábamos familiarizadas con la estética, pero no como ahora, que hay niñas de 8 años que pueden distinguir un bolso de otro. Para mí la moda no existía, existían mis caballos, el tenis… Yo creo que esa inquietud nació más tarde, como a los 14 o 15 años, cuando empecé a ver esas magníficas películas de Hollywood, con todas esas mujeres glamurosas que fumaban con boquilla, con el pelo perfecto… Yo quería ser unavamp, como ellas. Ahí se me despertó la curiosidad por la moda. Antes, nada; veía que todas las mujeres de mi casa estaban muy bonitas vestidas, pero nada más".
Como todo en la carrera de la diseñadora, las cosas han ido despacio, sin que nada ni nadie las forzara, pero avanzando de manera inexorable hacia aquello que las estrellas le tenían preparado. Aquella niña que adoraba los caballos y el tenis creció y se mudó a Nueva York, donde pronto se integró –de nuevo de manera natural, el destino seguía sus planes sin prisa– en toda la escena nocturna y artística de la ciudad.
En 1981 con 42 años –una edad que muchos considerarían más propia de un inicio algo tardío que de una vocación innata– Carolina Herrera presentó su primera colección. "Aquella de 1981 sigue siendo mi favorita de todas las que he hecho. Se presentó en el Metropolitan House y vino gente de todo tipo, artistas, pintores… Era muy glamourosa y me abrió la puerta para estar donde estoy ahora porque con ella entré en todas las tiendas americanas: Bergdord Goodman, Neiman Marcus, Saks… En todas. Cuando empiezas a hacer algo estás ciego, porque no sabes a dónde vas, y esa colección me abrió las puertas de todo".
En la colección prefall hay pantalones de punto, abrigos de napa, americanas fluidas... Y sí, también alguna camisa blanca y algunos vestidos de cóctel, pero no tantos como la cuota fija que la leyenda se ha encargado de dar por sentado en todas las colecciones. "La gente cree que vivo con una camisa blanca o con un vestido de baile. Las camisas blancas han estado conmigo siempre: cuando iba al colegio llevaba siempre una camisa blanca con cuello Peter Pan, montaba a caballo también con camisa blanca, jugaba al tenis con camisa blanca… Para mí es una prenda que me da seguridad, te la puedes poner con joyas, con una falda larga, con un pantalón casual… Yo creo que la gente me visualiza con una porque casi siempre llevo una cuando salgo a saludar a final de los desfiles". De nuevo el peso de la causalidad (que no casualidad) dejándose caer, de nuevo la vida conduciéndonos –conduciendo a Carolina– hacia su destino, construyendo sus creencias y sus certezas, de nuevo la magia de lo que siempre ha estado justo delante de ti.
Quizá la omnipresente camisa blanca no sea más que la metáfora de lo que ha perseguido la diseñadora en sus 37 años de carrera: la consistencia y la eternidad. Carolina lleva casi 4 décadas al frente de su propia marca, un caso cada vez menos común en la industria, acostumbrada ya al continuo baile de directores creativos, al viraje de rumbo en la línea de la casa y al efectismo a corto plazo. "Es como el juego de la sillas, no hay consistencia, y para mí en la moda tiene que haber consistencia y un estilo propio. Cada vez que llega un nuevo director creativo a una firma, ésta cambia de estilo completamente. Aunque estamos hablando de casas que no son de moda, sino fundamentalmente de accesorios, así que no importa que cambien todo el tiempo porque no hay un legado", dice veladamente Herrera.
"Mi primera colección sigue siendo mi favorita de todas las que he hecho. Se presentó en el Metropolitan House y vino gente de todo tipo, artistas, pintores… Era muy glamourosa y me abrió la puerta para estar donde estoy ahora porque con ella entré en todas las tiendas americanas"

Puede que precisamente por eso, porque todo va tan rápido y el éxito se mide en forma de sold outs, no corran buenos tiempos para la elegancia. Todo es ruido, todo es viral... O no es. De ahí que mantener la perspectiva sea más difícil que nunca, porque la industria se mueve cada vez más a corto plazo y para estar en primera línea hay que forzar cada vez todo un poco más, ir un poco más lejos que el anterior, bordear aún más peligrosamente la frontera de la estética y caminar por el precipicio. Y es muy difícil no ceder a la tentación de dejarte querer por la velocidad de las cosas, por el like fácil y casi inconsciente. "La moda hoy en día está confundida, es una confusión total. Lo feo, vende. Esto ha pasado mucho a través de la historia de la moda. En el siglo XVIII surgieron los Incroyables, que vestían de manera artificiosa y exagerada. Siempre hay un momento en el que la moda se pone difícil y fea. Y después vuelve otra vez la elegancia. Creo que ahora se confunde 'elegante' con 'viejo'. Ahora todo el mundo quiere ser eso que los americanos llaman 'cool'. Para mícool es un vaso de agua con mucho hielo", termina diciendo la diseñadora. Probablemente la comparación más acertada que haya oído en mucho tiempo. "Nadie piensa en el futuro, todo el mundo está pensando en el momento. Pero el futuro es lo que prevalece, lo que queda. Mira Chanel, Dior…", apunta por si aún quedaban algunas dudas de en qué equipo está ella.
Porque lo cool está muy cerca de dos conceptos: el ruido y la juventud. "La gente está obsesionada con la juventud. La moda debería servir para verte mejor. Todo el mundo debería tener un espejo de cuerpo entero en casa para poder ver qué le falta o qué le sobra. Y, aunque algo esté de moda, si no va contigo, no te lo pongas. Créate tu propio estilo y ve adaptándolo a tu edad. Lo que te ponías con 15 años no te queda bien cuando tienes 30 y te queda aún peor después. Hay que cambiar y evolucionar".
La enseña, que está bajo el paraguas de Puig, es hoy un gigante con sendas divisiones de moda y belleza. Además de sus dos colecciones de prêt-à-porteral año, más una crucero y una prefall –como la que se presentaba en Nueva York el día que se hizo esta entrevista–, la diseñadora cuenta con una línea nupcial y un servicio a medida, además de una segunda línea, CH, que complementa el universo de la firma. Aun así la diseñadora tiene bastante claro a qué se dedica. "No estoy en el negocio de la moda, estoy en el negocio de la belleza. Intento que las mujeres se vean divinas y que se pongan algo que les guste y con lo que se vean bien". Así de fácil, así de difícil.
Su doppelgänger de Warhol vigila la escena en esta soleada mañana de diciembre confirmando que la belleza, la modernidad y la eternidad son la misma cosa en este ático del midtown neoyorquino.
Articulo de Vogue:
http://www.vogue.es/moda/tendencias/en-el-estudio-de/articulos/carolina-herrera-estudio-taller-nueva-york-entrevista/32386?utm_campaign=newsletter_20180123&utm_content=&utm_medium=email&utm_source=newsletter_vogue_es
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